24.10.06

Desfiladero de los Tornos, de Tudanca a Cidad de Ebro


En vista del éxito de la primera excursión, decidimos aprovechar el día festivo del Pilar para hacer otra escapadita. Esta vez se nos une Mónica, aunque tanto ella como Isma pasan la primera parte del viaje (el atasco creado por los madrileños que van a Santander) recuperandose de su concierto el día anterior en Susinos del Páramo.
Llegamos a Tudanca, en el valle de Zamanzas, después de ver a la "chica" de la curva en el penúltimo pueblo.
Al llegar nos decepciona ver un montón de coches aparcados al lado del río, cuando nosotros pensabamos llegar a un sitio recóndito. Así que cogemos una vez más las indicaciones de Enrique del Rivero, que nos dicen que hay un puente y que, al otro lado, empieza la ruta del desfiladero de los Tornos. Andamos un rato y nos parece todo muy bonito, hasta que llegamos a un punto en el que para seguir avanzando hay que cruzar el río Ebro, y éste no se puede vadear tan fácilmente como el Oca.
Así que releemos a Enrique que dice que hay que "remontar el río", cuando nosotros le habíamos seguido la corriente...
Caminando hacia el otro lado, pronto no topamos con una zona demasiado complicada como para seguir, intentamos aún subir por otro sitio y vamos a dar al camino que hemos hecho anteriormente.
Barajando la posibilidad de ir al bar -pues es la hora del vermouth- y preguntar por dónde se coje la ruta, vemos una señal en medio del puente que indica no ser el camino correcto, e inmediatamente empezamos a ver marcas blancas y rojas que nos indican el GR-85.
Exultantes por haber encontrado la ruta aunque ya sean las 3 de la tarde, empezamos a planear futuras excursiones más ambiciosas: el Cares, por ejemplo, y así empezamos a subir por la piedra tallada por los vecinos de Tudanca para romper su aislamiento, encontrándonos con otros excursionistas que aseguran haber hecho un recorrido circular que no acabamos de entender.
Después, andando andando llegamos a una fuente que se supone que está a las afueras del pueblo-objetivo: Cidad de Ebro. Aun después de referescarnos, a estas horas ya no vemos de hambre y de no insistir en darle un nuevo voto de confianza a las ambiguas indicaciones, hubieramos comido a 5 minutos de éste sin verle.
Una vez allí, comemos el bocata en el crucero de la plaza y volvemos a ponernos en marcha enseguida porque se ha ido el sol y hace fresco.
A la vuelta nos paramos a observar unos trozos de piedra con pinta de bloques de hielo que no se sabe muy bien de dónde han salido.
Al llegar de nuevo a Tudanca, vamos al bar, en el que no hay cafetera ni baño, así que tomamos unas cervezas y damos una vuelta por el pueblo.Así, descubrimos que los coches aparcados al lado del río no son turistas sino los propios vecinos, que tienen las calles cortadas por
ser éstas muy estrechas, y conservando así más encanto.

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